26 de julio de 2008

Usurpadores perversos

POR Rafael R. Ramírez Ferreira Mayor General, E.N. (DEM)

“Hay dos clases de hombres que nunca alcanzarán grandes éxitos: aquéllos que no Pueden hacer lo que se les manda y aquéllos que no pueden hacer sino lo que se les manda”.

Cyrus K. Curtis.-

Lo negativo que en relación a determinadas personas e instituciones propalan algunos clanes muchas veces no responden más que a maniobras urdidas con propósitos aviesos y perversos, motivadas en una estrategia que les conduzca a una ganancia de pescadores en un mar revuelto. Esa actitud tiene su raíz motivadora en intereses espurios y es ejercida por enmascarados escondidos bajo fachadas trasnochadas con las que pretenden erigirse y autonombrarse como “defensores” de las mejores causas e intereses del pueblo, utilizando los medios de comunicación. La intención salta a la vista: son estratagemas a las que recurren los personeros que montan ese teatro para encubrir sus verdaderos y deshonestos intereses.

Esos señores fabuladores, encantadores de serpientes donde no las hay, que prefieren hacer su labor a la sombra, en lugares que les sean convenientes y que tratan de hacerse pequeños caudillos de la comunicación utilizando medios poco ortodoxos en las regiones del interior del país, me recuerdan bastante la acción de los buitres, a los cuales se asemejan mucho en cuanto al lenguaje engañoso y perverso, y el vuelo de este carroñero que vuela alto pero que tiene su visión puesta en la tierra buscando lo putrefacto, porque carecen, al igual que estos farsantes, de la capacidad no tanto para volar en altura y sí para empequeñecerse en lo moral y ético, sino para mirar en lontananza, pensando positivamente, buscando desde lo alto el camino que nos conduzca a un futuro más promisorio y más seguro para la juventud, principalmente, como sería aquello de proporcionarle un país libre de drogas.

Pero no; esa no es la motivación principal: la extorsión y el falso protagonismo son los motores que los mueven. Son incapaces de agregar sus fuerzas para empujar la carreta en una misma dirección, quizás pensando que de esa manera no lograrán saciar su maldita ambición, lo que me trae a la memoria aquello de que “Un pescador pasaba diariamente por un camino llevando dos baldes, uno abierto y otro cerrado. Al preguntarle la razón, respondió: El balde cerrado contiene cangrejos japoneses, si lo destapo y uno intenta escapar, será ayudado por los demás y al final escaparán todos. El balde destapado contiene cangrejos latinoamericanos, cuando uno trata de escapar, todos los demás le tiran las patas para que no salga y al final ninguno escapa”.

Ni más ni menos. Así mismo se comportan estos señores en lo que respecta a la lucha contra las drogas, pues ellos “ni lavan ni prestan la batea”. Hablan hasta por los poros y son prolijos en opinar acerca de todo. Se pronuncian sobre esto y aquello, “analizan” cualquier tema como verdaderos expertos. Son embriones de genios, que se me antoja calificar como descarados leguleyos, rábulas del derecho que descaradamente usurpan las funciones de periodistas, una profesión muy parecida al sacerdocio en cuanto a ser justos, que tiene como fundamento divulgar la verdad. Y aquí viene el dilema, porque para que esto suceda se necesita por lo menos conocer el significado de la palabra responsabilidad, que en el diccionario de estos malvados usurpadores no está descrita. Esa gente recurre a sus artimañas para inundar los medios de comunicación con maniobras bandidezcas, con basura e insulsos temas que les sirven como tapadera de su vergonzante accionar en el día a día.

Se desviven dando “consejos de buena fe”, pero son incapaces de ordenar su conducta e intereses con relación a lo moral y pretenden que todo se acomode a sus enfermas apetencias. Por mi parte, lo mismo me da que se abajen tanto hasta enseñar el refajo, ya que su discurso es siempre el mismo: que siempre estoy equivocado, que éste no es el camino –lo ético, moral, lo digno. A mí esa prédica de sacristán en calzoncillos me entra por un oído y me sale por el otro, sin que me afecte, porque “integridad es hacer lo correcto, aunque nunca nadie lo sepa”. Yo en esto sí creo, lo demás no me interesa aunque para ti sea lo más importante. Por eso –a quien le sirva el sombrero que se lo ponga-- te puedes ahorrar el acuse de recibo, porque sé que el mensaje llegará a su destino y por si se les ha olvidado a los de tu clan, les recuerdo que mi espada no se envaina: “Yo cedo después de haber ganado”.

Por todo lo que llevo dicho y otras razones poderosas no reculo, aunque me resulta lamentable perder esta tarde hermosísima en absurdos, en ocuparme de dar respuesta a personas desconocedoras del camino de la dignidad y el decoro, a individuos que llevan su vida como velero en un mar azotado por fuertes vientos al que ajustan las velas para dar velocidad y si es posible hasta levitar sobre las olas, pero sin saber la real dirección hacia dónde quieren llegar. Navegan en la vida con una velocidad increíble en busca del vellón de oro y nunca encuentran el azimut que los lleve al destino que los sacie. Carecen de dirección definida, aunque les hago saber que nosotros sí conocemos la ruta, porque desde el hogar nos enseñaron a trillar el camino de la dignidad. Lamento profundamente que a ustedes –los de ese redondel-- no les sucediera lo mismo, lo que les impidió percatarse de que “perseguir las metas del ego es como disparar flechas venenosas a un blanco, sin darnos cuenta de que el blanco se encuentra en nuestra propia espalda”.

Conozco a muchas personas que en sus diarias jornadas sostienen la creencia de que la honradez y la moral no necesitan reglas que limiten el accionar de las personas. Esta especie de licencia para actuar conforme a un destino deslustrado, vulgar y vergonzoso no cabe en mi espíritu y mis creencias. Muy a pesar de la comprobación amarga de que una legión de individuos pretende desconocer que aunque todo esté permitido no significa que nada esté prohibido, proseguiré mi camino llevando a cuestas mis sueños quijotescos, porque considero que el cumplimiento del deber es una acción tan legítima, enaltecedora y digna como cualquier otra actividad humana adornada con los atributos del decoro. Prosigo adelante con la gran esperanza de que el razonamiento les enseñe a los renegados la senda del buen vivir. A ellos, que se han apandillado en el club de mis francotiradores, por encima de toda consideración les recuerdo que “se puede ser virtuoso por capricho”. Aún están a tiempo. Amén. ¡Si señor!.-

E-mail: rafaelpiloto1@hotmail.com

No hay comentarios: