POR DAVID RAMIREZ.
Debo
admitirlo, como votante crítico me cuesta mucho digerir una candidatura
presidencial de Rafael Hipólito Mejía. Cada vez que lo escucho hablar
con la prensa que en su nuevo gobierno no se cometerá los mismos errores
que se cometieron durante su gestión pasada, dudo mucho que sus
palabras sean sinceras.
Hay
personas, como este servidor, que una vez creyeron que Hipólito Mejía
era un hombre de palabra, como él tanto se ufanaba en pregonar a los
cuatro vientos cuando era candidato presidencial del PRD hace más de
diez años. Por ese motivo fuimos ilusionado a las urnas pensando que se
avecinaba un gran cambio en la nación, que con Hipólito Mejía por fin
veríamos el tan soñado gobierno perredeísta del difunto José Francisco
Peña Gómez.
Qué
pena, cuatro años después regresamos a las urnas totalmente
desencantado, adoloridos a saber que fuimos vilmente engañados. El mal
llamado “Gobierno para la gente” de Hipólito Mejía se convirtió en el
gobierno de un grupito de alimañas corruptas, lacayos de los
explotadores y opresores del pueblo. En conclusión, un gobierno amigo de
lo ajeno, así de simple.
Por
eso votamos por otro candidato con tal de que Rafael Hipólito Mejía se
fuera del poder, votamos, con las ganas de darle a este individuo un
punta pie por donde más le doliera.
No
me considero una persona rencorosa, pero tampoco olvido fácilmente los
engaños. Para mí, por más que los asesores de imagen de Hipólito Mejía
traten de reciclarlo electoralmente, por más que la prensa amarilla
trate de vender que durante su gobierno, Hipólito Mejía fue rehén de un
anillo palaciego, él seguirá siendo el mismo Hipólito de siempre. Porque
a perro huevero aunque le quemen el hocico, como dice el refrán.
Por
eso y entre otras cosas, cómo podría olvidar que durante su mandato
presidencial, Rafael Hipólito Mejía fue autoritario, absolutista y
arbitrario. Jamás olvidaría que Rafael Hipólito Mejía le negó el 4% a la
educación, que durante su gobierno la corrupción y el mal uso de los
fondos del Estado campaba a sus anchas, que ahondó la pobreza de todos
los dominicanos, que emitió millones bonos soberanos para endeudar más
al país y empeñar nuestra soberanía. Dígame amigo lector, cómo puedo yo
olvidarlo.
Ya se lo advertí hace unos meses a mis amigos perredeístas
en un artículo, que Rafael Hipólito Mejía no era una carta de triunfo
electoral para las próximas elecciones presidenciales, porque
representaba más de lo mismo. Pero ellos están como los tres monos
sabios esculpidos en el Templo Tasugo, ni oyen, ni ven, ni hablan.
Desde
que Hipólito Mejía y su pandilla del PPH se adueñaron de la dirección
de Partido Revolucionario Dominicano, esta organización sólo ha conocido
la derrota una tras otras. El PRD ha perdido cuatro elecciones
consecutivas desde 2004 y parece que se encamina hacia su quinta derrota
al cabalgar cuesta abajo con una candidatura presidencial muy
cuestionada.
En
medio de una grave crisis económica y con un gobierno peledeísta
corrupto e impopular está podría haber sido la oportunidad de oro para
que el PRD regresara al poder, pero sus dirigentes actúan de espalda a
las aspiraciones del pueblo. Estos dirigentes parecen caminar como los
cangrejos, recorriendo el camino recorrido y siempre al revés.
Por
eso, cuando escuchó el eslogan paternalista y pueril “Llegó Papá”, con
el que Hipólito Mejía busca reconquistar a las masas, me burlo del mismo
con otro eslogan contrario que escuché recientemente en la boca de un
perredeísta muy frustrado y enojado:
¡Llegó pa' atrás!
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