- Hubo gran despliegue de agentes para cuidar los camposantos
- SD. El día de los Padres no fue muy especial para José Viloria ni para José Antonio Suero. El primero vende velones en el cementerio de la Máximo Gómez, y el segundo es un conocido rezador, al que todos llaman La Carpia.
- Ambos se quejan de la poca asistencia de personas al camposanto a visitar a sus padres muertos, y se lamentan a la vez de que, ellos como padres, tampoco tendrán nada especial.
- José Viloria extiende sus manos llenas de velones a cuantos entran al cementerio. El señor de 55 años de edad, padre de dos hijos y residente en el sector María Auxiliadora, aspira ganar entre 400 a 500 pesos antes de las 4:00 de la tarde para retirarse a su casa, y despedir el día viendo la televisión y fumando un cigarrillo. No espera regalos ni cena especial, pues dice, que sus hijos están "en malas" igual que él. "Yo sé que no es igual que las madres, pero pienso que a los padres deberían ponerle un poco más de énfasis", dice.
- La situación de La Carpia, de 54 años, no es muy distinta. A las 11:00 de la mañana, había rezado dos reponsos, y según afirma, en años anteriores, a esa misma hora, había hecho hasta diez. "Mis hijos (cinco) no me han dado nada, porque ellos no pueden. Yo a lo que aspiro es a coger estos cien pesos que he hecho, comprarlos de plátanos y huevo y cenar con la familia", comenta.
- Entre los visitantes de las tumbas se escuchaba a más de uno quejarse de que "esto está flojo". "Todo es para las madres, que les dan neveras, estufas, pero a mí como padre nunca me han dado un plasma", se quejó un señor, que no se identificó. No obstante, la poca asistencia, algunos como Felipe Rodríguez o como Carmen Rosario se mantienen firmes en su tradición de encender una vela y colocar un ramo de flores en la tumba del padre muerto.
- Ayer era notario la presencia de agentes policiales en los cementerios. Sólo en el Cristo Salvador había 45 patrullas uniformadas y otras nueve vestidas de civil, para evitar que ocurran atracos como en ocasiones anteriores.
De Tania Molina
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