Castro relata pasajes de su niñez y juventud para explicar cómo se convirtió en guerrillero y revolucionario en el capítulo publicado en el sitio cubadebate.cu e incluido en el primer libro de sus memorias “La victoria estratégica”, aún no puesto a la venta. En 6.500 palabras narra episodios que van desde sus primeros años en su pueblo natal de Birán (este), su paso por escuelas de órdenes religiosas –sobre todo jesuitas– en Santiago de Cuba y en la capital, hasta sus estudios de Derecho en la Universidad de La Habana, donde inició su intensa vida política.
“No nací político, aunque desde muy niño observé hechos que, grabados en mi mente, me ayudaron a comprender las realidades del mundo”, escribió Castro, quien está notablemente recuperado de una enfermedad que lo tuvo al borde de la muerte y lo alejó del poder hace cuatro años.
Cuenta que por primera vez se rebeló “de manera consciente” cuando pasaba hambre en la casa de una maestra adonde sus padres lo enviaron antes de ir a la escuela, y cómo siendo escolar de 11 años tiró un pan con mantequilla a un religioso que lo había golpeado.
“Su autoridad y sus métodos abusivos quedaron muy desprestigiados”, rememora Castro, quien define a una madre, Lina Ruz, protectora, y a un padre, Angel Castro, tolerante.
De niño, recuerda además, envió “con admiración” una carta al entonces presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt”, y recibió un “acuse de recibo” de la embajada.
Dice que era bueno en gramática, pero mejor en matemática, excelente atleta y aficionado a las armas desde pequeño; pero no revela detalles de su vida amorosa, sólo un breve apunte de cuando lloró en una playa junto a una novia porque grupos rivales le negaban entrar a la Universidad.
EXTRACTOS DE LA AUTOBIOGRAFÍA “Unos pocos hombres fuimos capaces de soñarla (la revolución), pero nadie podría atribuirse méritos individuales en una proeza que fue mezcla de ideas, hechos y sacrificios de muchas personas”.
“Conocí el hambre creyendo que era apetito, con la punta de uno de los dientes del pequeño tenedor pescaba el último granito de arroz, y con hilo de coser arreglaba mis propios zapatos”.
“Yo estaba harto de aquella casa (adonde sus padres lo enviaron antes de ir a la escuela) y me rebelé de manera consciente por primera vez en mi vida; rehusé comer algunos vegetales desabridos que a veces me imponían y rompí todas las normas de educación formal”.
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